La repercusión que alcanzo el primer campeonato celebrado en Uruguay cuatro años antes propició que los países europeos se interesaren por su celebración. En este sentido, la Italia de Mussolini vio un filón publicitario para los ideales fascistas asociados al deporte y se postulo para organizar la Segunda Copa del Mundo. Pronto, la maquinaria del “Duce” ejerció su poder de influencia y rebautizo a los estadios que albergarían el Mundial con nombres relacionados con la ideología imperante (campo del Partido Nacional Fascista, en Roma, o estadio Mussolini, en Turín) y se ocupó personalmente de que todos los partidos que disputaba Italia transcurrieran según los cauces previstos.
También se aseguro de que los oriundos argentinos Monti, Orsi, De María y Guaita pudieran disputar el campeonato con la selección anfitriona, ante la repulsa contenida del resto de equipos, que no osaron protestar por la artimaña de Mussolini.
El campeonato estuvo marcado por los parciales arbitrajes que sufrieron los rivales de Italia. El caso más escandaloso se dio en el partido que disputo España contra la selección anfitrión. Tanto el belga Louis Baert como el suizo Mercet, árbitros del primer partido y del desempate respectivamente, pasaron por alto las triquiñuelas italianas ante el combinado español.
Bosch, Zamora, Quincoces o Regueiro fueron solo algunas de las víctimas del enfrentamiento, el camino de Italia hacia la final se despejo hasta que topo con Checoslovaquia en el último partido: cuando estos se adelantaron en el marcador, el estadio romano se volcó en gritos de aliento para su equipo, hasta que el argentino Orsi logro el empate para los locales y Schiavo consiguió el 2-1 definitivo.
Atrás quedaba un mundial desangelado, estigmatizado por su politización, a pesar del buen nivel técnico exhibido por selecciones participantes como España, Alemania, Checoslovaquia o la propia Italia.
El acontecimiento estuvo supeditado a la exhibición política del “Duce” y las presiones ejercidas por este sobre la organización, no obstante, la actuación de jugadores como Zamora, Schiavo o Meazza salvo el campeonato.
El campeonato del “Duce” se saldo, como no podía ser de otra manera, con la victoria italiana, en un clima de exaltación del régimen fascista que luego se pudo ver reflejado a mayor escala en las Olimpiadas de Berlín 36, con Hitler y Goebbels al frente de toda la parafernalia nazi.
Uruguay renuncio a revalidar el título ganado cuatro años antes, devolviéndole la moneda a Italia, que decidió ausentarse entonces. Inglaterra tampoco disputo el campeonato, a pesar de las presiones de la FIFA ante ambas deserciones.
La exótica presencia de Egipto obligo a la organización a habilitar un espacio independiente para satisfacer los ritos propios de la religión musulmana.
Francia fue el primer equipo en emplear la táctica WM, la novedad más relevante del campeonato.
El semi-boicot sudamericano se produjo a raíz de la decisión de las federaciones argentinas y brasileña de enviar equipos de segunda fila al campeonato. Italia impuso entonces su fútbol ultradefensivo para llevarse el trofeo.
Cuadro de Honor
Campeón Italia
Subcampeón Checoslovaquia
Tercero Alemania
Cuarto Austria
Partidos Jugados 17
Goles Marcados: 70
Equipo más goleador: Italia
Equipo menos goleado: Italia
Goleador: Nejedly (Checoslovaquia) 5 goles
Mejor Portero: Zamora (España)
La Figura: Orsi (Italia)
Otra vez desapercibidos
Antes del año 1938, exceptuando el capítulo de 1930, Ecuador no tuvo una selección que lo representara oficialmente en las competiciones internacionales. Solo en 1936 se formo un equipo autodenominado “Selección del Ecuador” que no conto con el beneplácito de la Federación Deportiva Nacional de Ecuador, por lo que sus resultados no cuentan a efectos estadísticos. El alto coste que hubiera supuesto el desplazamiento a Italia imposibilito la creación de una selección oficial.
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